Julia, voluntaria internacional en Islandia, nos cuenta su día a día en el workcamp que acaba de terminar, es decir un proyecto de voluntariado de corta duración realizado en colaboración con nuestrxs socixs de las ramas de SCI. 

«Nuestro día comenzaba reponiendo energía. Nos organizamos de forma que cada uno se preparaba el desayuno que quisiera con la comida disponible, que puedo garantizar que era abundante, variada y vegetariana. Después nos íbamos a trabajar a la montaña, a cuidar de la naturaleza y quitarle peso y desperdicios que había en su extensión. La mayoría de días, nos acompañaba la niebla que teñía el día de colores grises. Esto a su vez le otorgaba un ambiente húmedo y privado. Nos repartíamos bolsas grandes de plástico y comenzábamos a recoger todo tipo de basura, desde pequeños plásticos hasta placas de hierro y madera.

Tuvimos la suerte de que un par de días el sol vino a vernos por lo que pudimos cambiar nuestro cometido y darle un toque de color a las cabañas de la estación de esquí de Bjálföll. En esta estación es donde nos alojábamos y que es el edificio grande con el tejado blanco. Sí, tejado blanco y no cubierto de nieve como puede parecer. La convivencia era fluida y positiva. Las tareas de cocinar y limpiar nos las repartimos en equipos de tres y así era más dinámico y nada repetitivo. Después de trabajar al aire libre, disfrutábamos de tiempo libre para leer, escuchar música, conversar con los compañeros o hacer alguna dinámica de grupo. Lo que no podía faltar era la sesión de cine tras la cena y en la que aprovechamos a ver películas musicales.

No obstante, no todo era trabajo. Tuvimos tiempo de realizar actividades de ocio. Pudimos visitar la capital, Reikiavik y bañarnos en una de sus numerosas piscinas municipales con aguas calientes y a distinta temperatura. También organizamos un día de museos y visitamos un par de ellos para conocer la cultura de allí. Otro día, realizamos una excursión por el famoso Círculo Dorado. Aunque, si me tengo que quedar con una excursión fue con la majestuosa e impresionante entrada a un volcán. Al estar colaborando con la ya nombrada estación de esquí, teníamos un volcán a unos tres kilómetros caminando. Los anfitriones de la estación contactaron con el equipo del volcán y pudimos adentrarnos y maravillarnos con los colores que bañan las paredes de la cámara y chimenea. Fue una experiencia única.

En cuanto al grupo estaba formado integrantes de todo el planeta. Desde China, Estados Unidos a varios países europeos. Cada uno aportó y enriqueció al grupo de forma personal y sincera.»

Julia Arias – Voluntaria workcamp, Islandia

 

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