Acabo de volver de mi voluntariado en Tanzania y no podría estar más contenta con lo aprendido y vivido. Estuve dos meses y una semana en una aldea a las afueras de la principal ciudad, Dar-Es-Salaam, con una organización llamada Uvikiuta.
Mi proyecto trataba sobre la enseñanza de lenguas extranjeras (español en mi caso) y tuve la suerte de que me destinaran a un orfanato de la zona. Allí daba clases de español a un grupo de jóvenes de entre 17 y 27 años: todos ellos vivían en el centro y eran buenos estudiantes, motivados y con un buen nivel de inglés (algunos incluso con carreras universitarias). En Tanzania el desempleo es un problema muy grave, y saber idiomas puede ayudar a conseguir un trabajo, sobre todo en turismo, inmigración o comercio. Mi objetivo era que consiguies en un nivel básico de español (sobre todo oral, pero también escrito), intentando que las clases fueran divertidas y participativas. Al final del curso les regalé el libro de texto y películas en español subtituladas, para que pudiesen seguir aprendiendo.
Como las clases de español solo eran una hora al día, el resto del tiempo hacía otras actividades en el orfanato. Las dos primeras semanas, ayudé a otros voluntarios a pintar una de las aulas y el recibidor de la guardería del centro. Una vez acabada el aula nueva, los alumnos pudieron desdoblarse en dos aulas y yo ayudaba al profesor auxiliar con la clase de los más pequeñitos, de entre 3 y 4 años. Tenían dos horas de clase, luego les servíamos el segundo desayuno (gachas de avena) y después tenían tiempo libre, en el que jugaba con ellos o hacíamos alguna actividad especial; por ejemplo, una vez organicé una recogida de tapones de botellas (de agua, refrescos) por todo el recinto con los niños, con el objetivo de recoger basura, fomentar el trabajo en equipo y luegoreutilizar los tapones para jugar o uilizarlos en el aula (contar, aprender los colores). La verdad es que me considero muy afortunada de haber tenido la oportunidad de trabajar tanto con niños como con mayores.
La inmersión en la cultura local me resultó muy natural, quizás porque tenía muchas ganas de vivir esta experiencia. Me alojé con una familia de la organización que me hizo sentir como parte de la familia, tanto a mí como a la voluntaria francesa con la que compartía habitación. Jugábamos con los niños, teníamos interesantes conversaciones sobre cultura con los padres, participamos en algunas actividades de la comunidad (recogida de basura, misa), les cociné tortilla española, me regalaron un kanga (la prenda femenina por excelencia en Tanzania) y hasta me pidieron que plantara un árbol en su jardín de recuerdo… Sinduda la mejor forma de introducirse en la cultura local. Además, sinplanearlo, acabe aprendiendo suajili básico: aunque mi familia y mis alumnos mayores hablaban inglés, los niños del orfanato y la mayoría de la gente de la aldea (tenderos, etc.) solo hablaban suajili, así que aprendí todo lo que pude para poder comunicarme con ellos.
En mi tiempo libre, solía quedar con el resto de voluntarios de mi organización: íbamos a tomar algo, jugábamos a las cartas en casa, organizábamos escapadas de fin de semana, íbamos a la playa… Se formó una pequeña gran familia de voluntarios. A veces también quedábamos con mis alumnos de español o voluntarios tanzanos para ir a tomar algo o cenar. Y, al acabar mi proyecto, estuve viajando algo más de dos semanas por Tanzania: las zonas rurales montañosas de norte (Lushoto, Kilimanjaro), los parques naturales (Serengeti, Ngorongoro) y las playas de Zanzíbar. El broche de oro para mi experiencia tanzana.
Mi valoración general es muy positiva, sobre todo a nivel personal. Ha aprendido a valorar otras cosas y a disfrutar más del presente, y me quedo con la satisfacción de ayudar a los demás y con todas las personas y personitas que han sido parte de esta experiencia. Si pudiese volver atrás en el tiempo, lo repetiría sin duda.