Blâmont es un pueblo que se localiza en la región francesa de Lorena, en el extremo noreste del país, frontera al norte con Bélgica, Luxemburgo y Alemania. La estación de ferrocarril más cercana se encuentra en la vecina Lunèville, a unos 30,8 kilómetros de distancia.

Aunque en la actualidad Blâmont no cuenta con más de 1000 habitantes, es una población de enorme actividad artística y cultural. Y no sólo por el castillo, que sirve de reclamo turístico, sino por la desempeñada por los mismos vecinos. Blâmont cuenta con hermosa iglesia de estilo neogótico, reconstruida hace menos de setenta años, sala de cine, camping, comercios, centro de interpretación de Blâmont, centro cultural, donde se halla la escuela de música y danza, biblioteca, y una amplia oferta de actividades. La Asociación Clef de Voûte du Blâmontois, organizadora del campo de trabajo, cuenta con una sede donde se ha conformado una sala de exposiciones, que de forma permanente narra y explica al visitante la historia del castillo y del pueblo desde la Edad Media hasta nuestros días.

La apariecampo de volutnariancia moderna y nueva de las construcciones de Blâmont, no nos deja ver a simple vista el antiquísimo pasado de la población. El primer emplazamiento que allí hubo se levantó en el siglo XI. Las obras del nuevo castillo comenzaron en el siglo XIII, y se alargaron hasta completarse en el siglo XIV. Éste se edificó en lo alto de una loma, y alrededor se dispusieron las demás casas y viviendas. Su conservación se mantuvo en buen estado hasta principios del siglo XX, cuando sirvió de hospital durante de la Gran Guerra. Pero, no perduraría en buen estado mucho más, puesto que en la Segunda Guerra Mundial fue invadido por los soldados alemanes, y en los últimos momentos de la contienda fue bombardeado, al igual que el resto pueblo por Estados Unidos para su liberación, quedando prácticamente arrasado. Podemos decir que este lugar fue testigo de uno de los grandes acontecimientos de la historia europea.

Este campo de trabajo lleva haciéndose más de 10 años, y su objetivo principal es el de conservar y preservar lo que queda del Castillo de Blâmont. Por ello, la labor fundamental es la consolidación. Nosotros mismos teníamos que hacer un mortero especial para restauración, y aplicarlo en aquellos lugares donde las piedras de los muros se encontraban sueltas. Antes de todo esto, había que limpiar la zona que se iba a trabajar de vegetación, uno de los principales factores del deterioro. Para las partes de muro de más difícil acceso fue necesario el montaje de andamios.

El trabajo que se realiza es físico, pero no excesivo, cualquier persona, aunque no tenga una gran forma física puede hacerlo perfectamente. Dormíamos en un camping a 1,5 kilómetros del castillo. La comida la traíamos hecha de un hospital justo en frente del castillo y detrás del edificio cultural, donde comíamos y pasábamos el tiempo libre. Era variada y de buena calidad. Estuvimos muy bien atendidos en todo momento, y no hubo ningún tipo de problema por ninguna parte.

El equipo estuvo formado por Vianney, miembro de la asociación y organizador del campo de trabajo; Anne, encargada del centro de interpretación y quien atendía las visitas de los turistas; Remy, miembro de la asociación que venía a ayudar los fines de semana. Por otro lado, estábamos los voluntarios. Estuvimos 18 personas más o menos. La mitad franceses, tanto del mismo pueblo, como de localidades próximas, y la otra mitad extranjeros, procedentes de toda Europa. A la hora del trabajo, no hubo problemas por el idioma, todo era explicado en inglés y francés.

Los ratos libres los teníamos, sobre todo, después de la cena, y aunque no hicimos muchas dinámicas de grupo, estrictamente, pasábamos la mayor parte del tiempo juntos, compartiendo experiencias, historias, tradiciones y haciendo cualquier tipo de juego. Las únicas tareas que teníamos que hacer era las de fregar y quitar la mesa. Cada semana, cada uno tenía que hacer dos turnos de comidas. Había una lista, y te apuntabas cuando preferías. No hubo ningún inconveniente al respecto.

Poder haber compartido tres semanas con gente tan diversa, y haber estado en un lugar así ha sido una gran experiencia de vida. Desde luego, me gustaría repetir algo así más veces, en sitios diferentes, y si puede ser más lejos.