El voluntariado en Imabari, Japón, fue una auténtica maravilla. Entre la amabilidad y hospitalidad de los adultos, a la ternura y curiosidad de los niños, fue una experiencia mágica. A esto se le sumaban, los lugares espectaculares a los que nos llevaban, que me daban, a menudo, la sensación de estar en un sueño. ¡Muchas gracias por haberme dado la oportunidad de vivirlo!
Les enseñamos a los niños nuestras respectivas culturas, mediante canciones, juegos y bailes. Les enseñé la macarena un día y a partir de ahí, dondequiera que íbamos, tenía que bailarla. Fue muy divertido. Bailamos la macarena en un típico festival japonés, vestidos con yukatas. Fue todo un espectáculo . Pero nosotros no solo enseñamos, sino también aprendimos. Por ejemplo, a hacer palillos de bambú, que fue uno de mis momentos preferidos (también adjunto foto).
Ningún día era como el anterior, nos llevaron a lugares preciosos, como a las playas de Imabari, en las que nos bañamos con los niños, a los fuegos artificiales de verano, que duraban hasta una hora, y a otras islas pertenecientes a Imabari, como la isla de Hakata. Cuando uno pensaba que ya había pasado lo mejor, volvían a sorprendernos con algo nuevo.
En conclusión, no podría haber estado más contenta con el resultado de este voluntariado, y se lo aconsejo a toda persona a la que le gusten los niños y que quiera aprender más sobre las culturas orientales. Una experiencia como esta no se tiene todos los días.
Muchas gracias, de nuevo, por haberme dado la oportunidad de vivirla.
Andjelina, voluntaria del Programa Norte Sur, Japón 2015