Casilda se animó a vivir una gran aventura en Sri Lanka participando en un proyecto con personas con discapacidad.
«Trabajar como voluntaria es una experiencia que creo que todo el mundo debería vivir al menos una vez en la vida. El cambiar de país y de continente y aterrizar en un mundo completamente nuevo es una gran aventura, y por supuesto no es un camino de rosas al principio. Pero pronto te das cuenta de que todo tiene su lado bueno, y que tienes muchísimas cosas increíbles a tu alrededor que no te puedes perder.
Trabajo día a día en Blue Rose Special School, ayudando a dar clases de arte e inglés a chicos con algún tipo de discapacidad mental. Pero creo que la que realmente estoy aprendiendo de ellos soy yo. Estos chicos me están enseñando a vivir el momento, a mostrar cuanto quieres al prójimo, a ver la vida con entusiasmo, a apreciar la belleza de las pequeñas cosas, a emocionarme y bailar como si no hubiera un mañana cuando suena una canción…
No importa lo que pase, siempre te reciben con una gran sonrisa, y los abrazos que te dan de repente por sorpresa son como una inyección de energía. Siempre ven el lado positivo de las cosas, y todo les parece «lasanei» (bonito en singalés). Así que con eso me quedo, si ellos pueden ver «lasanei» en el día a día, es porque todo tiene mucho «lasanei», así que deberíamos aprender a verlo.»