La activista de SCI Madrid, Arantza, nos cuenta su experiencia de voluntariado en la bella isla de Zanzibar:
Estuve alojada en casa de una mujer muy entrañable llamada Biashura. Junto con ella vivían sus dos hijos, con sus respectivas esposas; Sabra y Camaria y su nieta Ashura. Recuerdo muy buenos momentos con ellos, fue una oportunidad muy bonita poder compartir el día día con una familia zanzibareña. Pasaba mucho tiempo con las mujeres de la casa e incluso fuimos juntas a una boda tradicional musulmana.
Mi labor como voluntaria consistía en dar clases de español en el pueblo vecino de Kisakasaka. A ellas acudía gente de todas las edades; tenía desde niños de unos doce años a un señor de cuarenta y pico.Me encantaba ir allí, y no sólo por el divertido recorrido de media hora en bicicleta por la isla sino por ver la motivación de mis alumnos. Cada día venía más gente a clase, me solían pedir que les mandase deberes y hasta que adelantase el horario de comienzo para poder estar más tiempo aprendiendo.
Las clases de español eran por las tardes, y las mañanas las dedicaba a diferentes actividades culturales organizadas por ZAYDO. Junto con una sueca llamada Kira (¡qué gran chica!), que realizaba el campo de trabajo de “Deportes y VIH”, acudíamos todas las mañanas a clases de swahili ofrecidas por los voluntarios locales. Después solíamos ir a la casa de alguna mujer del pueblo que nos enseñaba a preparar diferentes comidas que luego degustábamos. Cada día visitábamos una casa diferente, comíamos una comida nueva o nos enseñaban a vestirnos con el Kanga (traje típico), a utilizar henna, hacer mimbre… . Fueron muchas las actividades y encuentros organizados por ZAYDO que nos ayudaron a conocer la isla, sus gentes y costumbres.
Los fines de semana los teníamos libres y los solíamos dedicar a recorrer Zanzíbar, siempre acompañadas de voluntarios locales, y a sumergirnos en sus aguas azul turquesa. Sin duda, fueron tres semanas inolvidables en la bella Zanzíbar.