5 lecciones aprendidas en mi voluntariado

“La curiosidad no mató al gato”. Mi curiosidad me ha llevado a viajar con frecuencia a países lejanos. Conocer y experimentar otras culturas, sociedades y realidades en las que vive la gente, hace que aprecie más y mejor mi propia vida. Animada por la incesante curiosidad que me mueve y el interés aprender de otros, me aventuré a participar como voluntaria en un campo de trabajo en el archipiélago de Zanzíbar, ubicado en el sureste de Tanzania. En colaboración con la ONG internacional SCI Madrid, tuve la oportunidad de trabajar con ZAYDO (Zanzibar Youth Development Organization), una organización local de Zanzibar que tiene como objetivo preparar a los jóvenes para un futuro mejor a través de diferentes iniciativas en el ámbito de la educación, sostenibilidad y de intercambio cultural.

Me gustaría compartir a continuación 5 lecciones que he aprendido gracias al voluntariado:

  1. La implicación con la comunidad local es importante

Tenía muy presente esta idea antes de empezar con el voluntariado y se fue haciendo aún más importante en mi día a día una vez de llegar al lugar de destino. Si nos implicamos adecuadamente con la comunidad, nuestra labor tendrá aún un mayor impacto. Para ello, poner en práctica nuestra empatía es crucial. A través del entendimiento de la cultura, el estilo de vida, las normas y las necesidades de la gente, podremos contribuir mejor en nuestra labor solidaria. Sin la práctica de adaptación a la comunidad, puede que no estemos ayudando de la forma más apropiada. Lo que uno puede considerar “ayuda”, no tiene por qué ser positivo para los demás.

  1. Adoptar el significado de la gratitud

Estar agradecido como forma de vida. Antes de la experiencia de voluntariado, probablemente perdí la oportunidad de ponerlo en práctica muy a menudo. No solo me siento profundamente agradecido por todo lo que tengo (aquellas características que ya existen en el entorno en el que vivo) y lo que he logrado (evaluando positivamente mi propio potencial y habilidades), sino que también me doy cuenta de lo importante que es estar agradecido a los demás. Una de las actividades que más disfruté en mi trabajo de voluntariado fue enseñar inglés a los niños. Fue sorprendentemente suficiente para ver la gratitud de los estudiantes después de que aprendieron algo nuevo.

  1. La actitud marca la diferencia.

Adaptarme a la cultura al observar las reacciones y comportamientos de la comunidad, definitivamente me permitió tener una mejor experiencia. En ese período del año (en mayo) fui el único voluntario en la aldea rural y eso también ayudó en el proceso de adaptación. Mantenerme humilde y de mente abierta son algunos de los ingredientes que enfatizaría en practicar constantemente. La actitud y el compromiso de la comunidad están directamente relacionados, y uno influye en el otro. Una de las cosas clave que se hizo fue tratar de aprender su idioma local, el swahili, que definitivamente me ayudó a acercarme a ellos y crear un ambiente positivo donde pudiéramos compartir experiencias.

  1. Una inversión permanente en soft skills.

La experiencia que podemos tener del voluntariado estará determinada por nuestra actitud y no por nuestra aptitud. Y la actitud que mantenemos fomentará el desarrollo de habilidades adicionales. Aprender a ser de mente abierta, empática, disciplinada y proactiva, es una inversión invaluable en nosotros mismos. Habilidades blandas que hoy en día son altamente demandadas por empresas innovadoras y competitivas.

  1. Hacer lo que amamos es clave para encontrar nuestra pasión.

Es muy importante hacer cosas que nos hagan sentir vivos. Pero quizás aún más importante es encarnar la autodisciplina para actuar. Cuando somos voluntarios, podemos experimentar tanto comprometiéndonos con nuestra autodisciplina como eligiendo servir en áreas en las que nos sentimos apasionados. Cuando combinamos el compromiso, la acción y las cosas que amamos, nos lleva a desbloquear nuestra pasión.

 

 “In a gentle way, you can shake the world” – Mahatma Gandhi

-Yasmina